Weblogs en el V congreso de periodismo digital o como hacer que te quieran sin tener que cantar un bolero
Parece que todavía resuenan las risotadas de algunos de los periodistas que asisitieron al V congreso digital en huesca después de escuchar las "conclusiones" a las que "afamados expertos" en el tema llegaron sobre la situación actual de los blogs.
Es curiosa esa frecuente tendencia de ciertos autores de bitácoras que, en su apetito de protagonismo, llegan a creerse depositarios de una suerte de misión mesiánica como elegidos oráculos ungidos por un don divino.
Suelen ser estos mismos los qué, como san pablo a los pies de los caballos, tienen un momento de lucidez y comprenden que ellos están llamados a algo más, que la tribuna de sus blogs es demasiado modesta para tanta inteligencia y que, en un gesto de generosidad extrema, comprenden que no se le puede privar al universo de tanto talento. Primera solución: organizar un congreso que les permita con más facilidad, trepar al púlpito mediático y extender por el mundo mundial sus maravillas.
Prada en un artículo de hace unos meses, encontró la explicación a este fenómeno comparando a este tipo de escritores "congresistas" con una señora impresionante que, poco confiada en sus posibilidades y pese a disponer de los últimos avances indumentarios y cosméticos que realcen sus atributos, necesita salir a la calle con un cartel colgado del cuello que diga "soy una tia cañón".
También es verdad que luego la cosa acaba siempre convertida en una reunión de amigos, para eso a estas cosas suelen ir siempre los mismos, lo que demuestar que es un "negocio" demasiado suculento como para ampliarlo a advenedizos que no pertenezcan al cotarro o a la secta establecida.
Y en mismo prada acaba poniendo un ejemplo de como este tipo de reuniones no son sino una manera de imponer unas directrices oficiales. El manifiesto surrealista nació en una de estas reuniones con el excelente propósito de extender los límites del arte. Poco a poco esta trasgresión degeneró en norma obligatoria y aquel fervoroso texto inaugural se convirtió en la perfecta coartada que los inquisidores surrealistas esgrimían para dispensar indulgencias o castigos.
Cada vez que un miembro del movimiento se atrevía a infringir alguno de los mandatos del manifiesto, era expulsado de la hermandad, naturalmente después de recibir las correspondientes broncas y admoniciones.
Por supuesto, las mejores creaciones surrealistas fueron las de aquellos proscritos que prefirieron volar por libre, aunque esa libertad les valiese una "condena" perpetua al ostracismo.
Como titulaba ayer boyero en su nueva sección de turbulencias de "el mundo": ... que no somos tan tontos, listos.
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