¡Justicia, justicia! o cómo ya decía moliere: jamás se puede penetra por la fuerza en un corazón.

Toda la literatura tiene sus criaturas de leyenda, duendes, fantasmas, vampiros o espíritu burlones que aparecen en esas horas brujas en las que, con la lectura, se disipa el tedio amazacotado del día.

De vez en cuando, muy de vez en cuando, también se presentan en ese difuso mundo, casi literario, que son los blogs

Dentro de esa especie de seres blog-insólitos está casciari, una figura que transita como un espectro en el micromundo bitacorero, haciéndonos recordar que todavía existe la imaginación y la inteligencia entre las tinieblas, aunque sea de un universo tan especialmente castigao por la vanidad como es este.

Tiene una naturaleza de ánima impertinente que parece sobrevivir a ajenas guerras intestinas o a propios cambios personales, transitando por los agujeros negros con un carácter incombustible lleno de lúcida ironía.

Casciari llegó a ser personaje de culto con una añorada mirtta y desarrolló su impertinencia de pepito grillo en una sección semanal dónde opinaba sobre lo que le salía de la napia, habitualmente con acierto, y que acabó, como no podía ser de otra manera, enfrentándole al poderío oficial de nuestros grandes dioses, que en todo momento lo ninguneo, acostumbrados a las lisonjas de los menesterosos comentaristas de turno; el final estaba cantado, mandar su espacio a la quinta puñeta y con el, su incomodo ingenio.

Desde entonces no ha vuelto a ser el mismo, intentar mantener en forma varias bitácoras a la vez acaba pasando factura y la sequía de ideas, por mucho que se camufle como experimentación, se hace notar.

Si ya en sus últimos post se notaba esa carencia en demasía hasta el punto de tener que recurrir a post en forma de “anuncios” de dudoso gusto y peor forma, ahora, y en una vuelta más de tuerca a su imaginación, se ha sacado de la manga en estos días una fallida novela por entregas que, en doce capítulos (llega a su final el día de nochebuena), intenta vendernos como “... el regalo que orsai desea brindar a sus lectores en estas navidades”.

Casciari no está en su mejor momento y su deslucida “novela” es buena prueba de ello, se le nota nostálgico, aburrido, triste, como ausente y eso se acaba reflejando en cada uno de los capítulos a cuál más tedioso y cargante, capítulos que a duras penas pueden seguirse con un mínimo de interés al contar con una trama demasiado dispersa repletos de personajes demasiado artificiales que no acaban de encajar en un todo.

Hasta los más grandes pasan por horas bajas, pero acabará remontando el vuelo, al fin y al cabo es, por mucho que les pese a algunos, no solo es el inventor del concepto de “realidad fabulada” en las bitácoras, sino uno de los autores que más propició que un elevado número de lectores, que ni tan siquiera habían oído hablar de la palabra “blog”, se acercaran a uno de ellos y lo disfrutaran.


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