De vampiros y alucinaciones o baby baby i am the sex machine

Entre la camada de aburridos, tan abundantes ellos, dedicados a martirizarnos con sus "pisbarrocos" a la par que "profundos", pensamientos, nos hemos encontrado con esta verdadera "joya siniestra" de la simpleza que hará que el lector, al empezar a leer, se sienta como los solitarios y aterrorizados habitantes de aquella estremecedora ciudad que todavía no había sido vampirizada en "la invasión de los ladrones de cuerpos".

Allí, los acorralados tenían que adivinarse, comunicarse por señas masónicas, resistir en nombre de la supervivencia emocional a ser devorados por los muertos vivientes.

Pero no hay que alarmarse, aquí la cosa, aunque de entrada y por su diseño, parezca un decorado barato del genial clásico gore "la matanza caníbal de los garrulos lisérgicos" después de pasar por una fabrica de ketchupbarbacoa, el único sentimiento que es capaz de despertar no es precisamente el de miedo sino, más bien el de la pena.

Su autora ya en el primer renglón y en un despliegue prodigioso de su propio autoconocimiento, (es de suponer que acorde con su coeficiente intelectual), es capaz de autodefinirse como: "híbrida de vampiresa y filósofa del claroscuro..." novedad esta que, lo tenemos que reconocer, nos dejó completamente descolocados dado nuestro proverbial desconocimiento sobre este tipo de fenómenos.

Puestos en contacto con altas autoridades en la materia nos han explicado que una "híbrida de vampiresa y filósofa del claroscuro" no es más que, como su mismo nombre indica, un raro proceso de mutación genética de una vamopiresa y una filósofa que habitualmente suele dar como resultado una "..híbrida de vampiresa y filósofa del claroscuro", información que nos ha dejado mucho más tranquilos.

Sus textos son tan limitados expresivamente, tan biológicamente sosos, que al final lo único que producen es vergüenza ajena de saber que hay alguien capaz de "escribir" semejantes palabras y, encima, ser capaz de exponerlos a los demás sin el menor rubor.

Algo bueno tenía que tener carecer completamente del sentido del ridículo.


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