Pongamosquehablo o como reciclarse en
starlette de la
dialéctica-porque-sí: lección primera
Consternadito estoy, consternadito. Con todo lo que he buscado y buscado, encontrar ¡de repente! un blog que sufra una continua desazón adjetival mayor (incluso) que la del pedante del "
borjamari", te deja tan tocado, te conmociona tanto, que como no deje de llorar pronto acabo yo solito con la sequía.
Delirios reiterativos hasta el hastío, un ingenio bajo mínimos y una puesta en escena ortopédica de reducción a lo absurdo,
pongamosquehablo ejerce de desubicado aprendiz de místico ocasional recurriendo al exceso constante y perpetrando infantiloides y rancios folletines (¡algunos hasta "
recitados"!), que su hiperbólico autor se empeña en hacer pasar por apocalípticos
post, aunque, como casi siempre en estos casos, lo único que consigue es dejar en constante evidencia sus limitaciones.
Y no es que me escandalice yo ahora ante una forma tan transparente de querer llamar la atención haciéndose continuamente la victima lastimera y lanzando infumables soflamas , -
que eso con dos tragos del licor 43 está arreglado-, lo que sí me provoca cierto rubor es ver esa desvergonzada propaganda de si mismo disfrazada de transcendente pesimismo que usa para transmitir lástima, ese falso y ridículo despliegue a la hora de vender sus "
transcendentes" movidas, abrumado por la responsabilidad del soldadito con ambiciones que disfruta practicando en vivo y en directo el onanismo mental mientras ejerce de general endiosado.
Una propuesta que se pretende proletaria, atrevida y fresca y deviene
pequeñoburguesa, previsible y completamente acartonada, llena de solemnidades presuntamente refinadas y que se permite licencias supuestamente experimentales basadas en la autocomplaciencia más descarada que parecen salidas directamente de una
boîte viva-la-gente versión
egohiperbolizada.
Otro blog
"intelectual" de cartón-piedra que sumar a la
laaaaaarga lista de esas bitácoras "
cultas" empeñadas en taladrar la paciencia del respetable y que, al menos, siempre acaban obteniendo unanimidad en el veredicto: unos textos considerados por su incomprendido (y siempre
modesto) autor de "
chispeantes" y como "
repelentes" por el resto del mundo.