Martin varsavsky o demasiado encantado de haberse conocido hasta para él mismo

Existe algo turbio, tan inexpresivo como gélido, tan pragmático como misterioso, en el científico que viaja en la nave nostrodomo y al que le provoca más curiosidad que terror el octavo y salvaje pasajero que se ha colado dentro del organismo del incauto que pretendió atraparlo.

El fulano te mosquea inicialmente pero no están claras las razones de por qué te inspira grima. La teniente ripley, esa acojonada tía que acaba actuando como una leona en nombre de la supervivencia, descubrirá que el alien tiene un protector implacable en ese científico, que detrás de su apariencia asépticamente humana se esconde un puto robot a las ordenes de la multinacional que no duda en sacrificar a sus empleados a cambio del pastón que conseguirá con ese monstruoso hallazgo.

He tenido la misma sensación antes de leer a varsavsky. Un tipo lo suficientemente conocido y con un "curriculum" lo suficientemente impresionante (se jacta, entre otras cosas, de haber fundado media docena de compañías en los últimos 15 años y de ganar su primer millón de dólares vendiendo lofts en nueva york) como para hacer inevitable que aparezca un cierto pavor del subconsciente sólo por el hecho de tener que abordar la lectura de, en principio, tan peculiar y elitista bitácora.

Pero como tantas veces, todo se queda en "humo". Su monolítica gestualidad y su discurso, entre bíblico y minimalista, hace que en apenas un par de post me desinterese de unos textos tan vergonzosamente egocéntricos como previsibles, recitados con el mismo tono monocorde y propagandístico que usan los charlatanes de feria cuando intentan convencernos de las bondades de su último producto. Esta temporada toca "fon" una entelequia que él mismo define como "una enorme red wifi casi gratuita", un proyecto curioso para quien en un momento determinado, fue capaz de afirmar sin rubor que rechazaría cualquier oferta de compra de la compañía que le dio a conocer (jazztel) y pocos meses después tuvo que dimitir de ella después de que ésta publicara unas pérdidas para aquel aciago trimetre, de 41,4 millones de euros.

Seguro que el problema es mío, demasiadas expectativas. Esperaba más de un blog firmado por quien fuera capaz de enfrentarse al todopoderoso villalonga en la época en la que ambos eran rivales, o hasta plantarle cara a la mismísima comisión nacional del mercado de valores. Esperaba un blog más divertido, más práctico, más entretenido, más hábil, más inteligente. Algo "más" de un tipo conocido por su extraño sentido del humor y por sus continuas contradicciones, que no fuera tan autómata, tan acomodaticio, tan complaciente. Un blog más atrevido, digno de quien llegó a pregonar a los cuatro vientos antes del desplome de su anterior compañía: "he hecho la promesa personal de no volver a crear ninguna nueva empresa: dedicar más tiempo con su familia y sus hijos y consolidar los proyectos que ya tiene en marcha serán sus principales prioridades".




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