Nos cuentan que...
... a los que tanto se procupan por el qué diran de sus bitácoras, esto:
Los blogs más queridos las que se leen más, si no con la retina con el pensamiento, son los propios. El blog que uno elegiría siempre es el que uno ha escrito. (Entiéndase el que uno ha escrito, hijo espontáneo y entrañable; no hablo del autor de esas bitácoras repletas de cansinos enlaces cuya única obsesión es provocarse las visitas). Y no es ceguera paternal; es que esos blogs son exactamente el repertorio de las pasiones intelectuales del artista que crea; el molde exacto de su ilusión. Nadie -entendedlo: ni el más sutil y apasionado amigo- ha de leernos como quisiéramos. Ni ha de sentir, como nosotros sentimos, la delicia de tal hallazgo, de tal frase que nos estremeció ingenuamente al captarla.
Por eso: lo único que compensa la bitácora es escribirla. Lo demás -crítica fervorosa, ataque gratuito, lectura atenta-, debe esperarse siempre como simple añadidura.
No nos fiemos demasiado de los eruditos. Fingen una modestia que no sienten. Todo lo contrario: les posee un orgullo satánico, porque pisan siempre el terreno firme de los hechos comprobados. Compadecen al que va más allá de los documentos. La mejor receta: apoyad bien los trampolines -¡oh eruditos!-. Pero después -¡oh poetas!- saltad sin miedo.
* (Versión reducida del post para la generación boboblogs: no djeis k algún pdant pyso dndo kña os amrgue 1 slo minto. Disfrutd scribindo y psd d tdo. !Coño! ;))