Nos cuentan que...

Soy ‘guay’ porque lo dice mi ‘blog’

Pilar Trucios
Redactora Jefe de Expansión.

Por supuesto yo, ni soy guay, ni tengo un dominio web y mucho menos, un blog que me alabe: morena, metro setenta y cinco, universitaria, posgraduada, conferenciante, voluntaria y reina de las fiestas…

En realidad, me alegra formar parte de los profesionales de este planeta empresarial cuya prioridad no es exponer su vasto currículum, sus proezas, sus contactos y las alabanzas de sus admiradores para demostrar cuánto valen y lo mucho de lo que son capaces. Esto empiezan a hacer –efectivamente– algunos ejecutivos, consultores y profesionales que se han adueñado de un blog para salir del anonimato, venderse y dar el salto a la fama.

Me gustan los blogs por lo que tiene de comunicación, de relación y de vía para compartir ideas, pero me incomodan y repelen los mensajes exultantes de sus propietarios, la mayoría de los cuales no parecen tener abuela, a juzgar por los piropos que ellos mismos se lanzan. Me ruborizo cuando leo frases como "lo que han dicho otros de mí: culto, gurú, orador donde los haya, hombre erudito, experto como ninguno..."

Lo cierto es que la técnica avanza. Antaño se estilaba el diploma de pared para los clientes. Actualmente se ha cambiado por un web a disposición de todo el que pueda encontrarlo, de los clientes y headhunters.

No digo que en el mundo profesional no haya que venderse, ser empleable y transmitir buenas vibraciones a los colegas por si hubiera que recurrir a ellos llegada la ocasión. Pero una cosa es mostrar las bondades con pudor y otra creerse el guay del universo: el más guapo, con el expediente más brillante, el mejor posgrado, speaker, profesional, experto, escritor y asesor. Imagino que a estos individuos alguien les habrá dicho aquello de "si tú no te quieres, ¿quién te va a querer?"…y se lo han tomado al pie de la letra, porque desde la primera hasta la última palabra de sus blogs no hay un ápice de humildad.

A veces, cuando visito estas páginas virtuales, tengo la sensación de que están intentando venderme algo, eso sí, algo que no puedo cargar en la cesta de la compra –porque no hay carrito business to business por ninguna parte–. Intuyo que lo que quieren venderme es su propia experiencia, pero cuando veo tanta biografía, tanto contacto, tanto conocimiento, tanta alabanza y tanto postín, empiezo a oler mal. ¿Necesita un valioso profesional especificarle al mundo entero todos sus portentos con tanto glamour y demostrar que lo que ha hecho su esfuerzo le ha costado?

Me pregunto también para qué servirá tanto web personalizado y tanto blog de personal branding si los negocios se hacen ahora como antaño: Pepe conoce a Manolo que le presenta a Antonio, con el que por casualidad se encontró hace unas semanas en el puente aéreo Madrid-Barcelona.

Lo que necesitan las empresas no son directivos con un currículum virtual admirable, ni con un gran disco duro en su cabeza repleto de conocimientos, experiencia, contactos y clientes, sino buenas personas con valores capaces de transmitir lo que saben, compartir sus experiencias, presentar a los contactos y mimar a los clientes. Todo eso, con una gran dosis de humildad, porque el que más y el que menos hoy es director general y mañana, por mucha web que tenga, acaba no siendo nadie.

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