Nos cuentan que...

... tanta brillantez, tanta riqueza, tan espléndido y desolado espectáculo -el de los blogs- empieza a ser absorbido por la vieja conformidad porosa, piedra pómez del pensamiento, que se nutre con las mismas aguas que enjuagan nuestra limpieza, que parecían limpiarnos de toda suciedad. De tanto lavarnos la cara nos quedamos sin ella, y nuestro rostro es una llanura vacía, inexpresiva, donde cualquiera podrá dibujar los rasgos que nos alienarán.

Los caminos de la utopía están flanqueados por el dolor y las tumbas La utopía de los blogs se disuelve. Las utopías tienen buena prensa, a pesar de todo, y el pensamiento abstracto tiende a consumirse en ellas como las mariposas nocturnas en la luz. La tentación de la utopía es siempre justificación y coartada. Frente a lo que hay, la imposibilidad de lo que debe haber.

De esta manera emprendemos una carrera al revés, un regreso a la subjetividad, a los valores más irreductiblemente individuales. La lucha contra la totalidad nos vuelve hacia nosotros mismos, pero no para volver a empezar -tarea que se nos ha revelado imposible-, sino para pregonar su inutilidad. Apóstoles de lo individual y lo negativo, mártires felices del pasar de todo, enarbolando la sátira menos menipea de lo que parece -menipeo se arriesgaba, criticaba personas y hechos concretos, entraba en el juego- y practicamos la amalgama de lo malo con lo menos malo, en una condena sonriente de la totalidad. La negación del todo se nos aparece como la proclamación de la más universal rebeldía.

Queremos escapar del blogsistema que nos atenaza, reclamar la inocencia perdida y recuperar la pureza imposible. ¿Y eso cómo se hace?

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