Nos cuentan que...


... resulta evidente que la razón de ser de todo lenguaje es la comunicación entre sus hablantes; y no parece dudoso que la comunicación servirá tanto más a sus fines cuanto más concreta e inteligible se formule. Cierto que el lenguaje, cualquier lenguaje, es a menudo tosco e insuficiente en relación con las imágenes, sentimientos e ideas a las que sirve de vehiculo, pero más a menudo aún la tosquedad y la insuficiencia verbal son reflejo de la tosquedad y la insuficiencia mental del hablante. Cierto también que a veces el lenguaje adopta licencias alusivas, elusivas, metafóricas, simbólicas, etcétera con vistas a conveniencias estéticas o de otro orden, licencias que todos aceptamos si alcanzan los fines propuestos. Con frecuencia, además, la pedantería y la necedad complican la comunicación humana, y no siempre por ser pedantes y necios los que hablan o escriben, sino por serlo también muchos de los que escuchan o leen ("...porque los necios aman y admiran más lo que está envuelto en misteriosos términos"). Pero más frecuentemente todavía nos encontramos con el mero enredo verbal, como si las palabras, convertidas en alcohol de alta graduación, se subieran a la cabeza de las personas y les hicieran dar traspiés que nos dejan indecisos entre la carcajada y el susto. La popularización de los blogs, y con ellos la explosión de juntaletras aficionados sin el más mínimo sentido del ridículo, (no todo el mundo es capaz de cantar igual que no todo el mundo es capaz de escribir... por más -buena- voluntad que le ponga), nos está dejando excelente ejemplos y poniendo a más de uno en evidencia. Sobre todo a los que van de listos, letrados y excelentes profesionales. Veamos unas muestras. Aunque esta vez, y por aquello de no ser excesivamente crueles con quienes se creen que no ser ministros en lo suyo no es consecuencia de su -indiscutible- falta de talento sino debido a alguna conspiración judeomasónica, sin enlaces directos. Mejor, pobres... ya tienen bastante con lo que tienen.

La primera, por el lado que podríamos llamar científico, es uno de tantos intentos de corrección de la terminología gramatical, (hay multitud de blogs dedicados a "experimentar" con el lenguaje -o eso dicen pretender-). A la imprecisión y anacronismo de éste hemos aludido alguna que otra vez, pero ¿vale la pena modificar la denominación de "transitivo" e "intransitivo" universalmente aplicada a los verbos, denominación con que todos nos entendemos sin confusión alguna? Pues bien, en uno de los blogs dedicados a estas materias, su autor se empeña en sustituir aquella denominación, con intento de mejorarla, por esta otra: verbos sintagmáticos y verbos absolutos. Tal vez, en un orden muy técnico, la sustitución no sea un disparate, pero ¿estaríamos libres de que un psicólogo o un sociólogo no propusiera a su vez, con no despreciable fundamento, llamarles verbos sociales e insociales, convivientes y huraños, altruistas y egoístas o, más a la moda aún, verbos demócratas y verbos autócratas?

Tres cliks más tarde aterrizo en un blog dedicado a la glosa de textos religiosos (sí, gente rara hay en todas partes); su autor (autotitulado sacerdote de la liberación) empieza su último post: "La doble dimensión del adviento: histórica o navideña y metahistórica, parusíaca o escatológica, es de meridiana claridad". Pero la claridad no se hace a lo largo de la entrada; al contrario, el enredo de palabras, como una liana incontenible, trepa por el cerebro del lector hasta dejarlo envuelto en noche cerradísima.

Salto a una bitácora que se dice "periodística", la autora del engendro empieza así su escrito "Ojala pudiera entrevistar a uno de los representantes oficiales argelinos a nivel diplomático: el embajador de Argelia en España". Pues bien, mantenga el lector las tres primeras palabras y las cinco últimas, sustituya las otras once intermedias por esta otra, "al", y sin crear confusión alguna se encontrará con el nada despreciable ahorro del 55,5 por 100 del texto.

Sin movernos de semejante despropósito (¿de verdad existen las facultades de periodismo o es otra de las muchas leyendas urbanas?), la señora -o señorita- licenciada se pone poética y afirma de cierto -y muy conocido- personaje público: "lleva la política en el tuétano de los huesos". ¿En qué otra parte del cuerpo humano hay tuétano? Con el mismo fundamento debería referirse a "los pies de las extremidades inferiores" o a "la nariz de la cara" del buen señor. Después, en una materialización audaz de la fonética y consecuente con la rara calificación anterior del personaje como "un pura sangre caliente", dice: " Tiene tantas ideas y tal facilidad para expresarlas que, a menudo, las palabras se le amontonan en demasía en la boca. Entonces, naturalmente, tira de las bridas autofrenándose".

!Yiiiihaaaa!

Peor son aquellos que, además, tendrían que dar ejemplo. Un autodenominado profesor, siempre dispuesto a presumir de serlo, escribe en su blog refiriéndose a la selectividad: "... en mi opinión, tal como está enfocado es un diagnostico equivocado y la terapéutica es insuficiente"; curiosa relación de los dos hechos considerados, puesto que si el diagnóstico de una enfermedad es equivocado (por ejemplo, entender por catarro lo que es cáncer de pulmón), lo más probable es que la terapéutica sea inútil o disparatada, pero no insuficiente. No contento con su opinión terminaba su post afirmando "las facultades del distrito universitario presentaron un aspecto de inasistencia masiva", noticia que sumía al lector en raras cavilaciones, físicas y metafísicas, acerca de la masa y el vacío. Y tan orgulloso.

Con todo, aún quedan profesionales de lo suyo dados a lo esquemático y lo sencillo; cierto blog, perpetrado por un presunto biólogo, informa de la creación de una "agrupación de productores de huevos", en lugar de andarse con etimologías grecolatinas o con tecnicismos ingenieriles acerca del huevo, la gallina y el gallo. No contento con su sencillez y campechanía (a pesar de tener hasta su título firmado por el rey) es capaz de confesarnos su último gran descubrimiento de experto naturalista: "la salvia, el olor más nuevo del mundo"; lo admitimos gustosos, ya por lo que supone de apacible sentido del humor, al calificar de nueva tan antiquísima planta, ya por revelarnos que acaba de lanzarse al campo y a la naturaleza con plausible entusiasmo de neófito profesional. Así nos gustan.

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