Borjamari, la metáfora que has usado (comentarios en menéame) es errónea y has caído en el mismo y típico discurso y lenguaje interesado, confuso y falaz divulgado por una minoría interesada:
Hagamos silogismo demagógico. Uno puede bajarse toda la música que quiera sin pagar un solo euro a su creador siempre que sea para su consumo personal. La comida o la vivienda son mucho más necesarias que la música y/o la cultura. Uno tiene derecho a ir al mercado y cargar con aquello que le apetezca –siempre ¡por supuesto! que sea para consumo propio- sin tener que pagar nada a quien lo ha fabricado…. naturalmente citando la dirección del mercado.
No se pueden comparar bienes físicos –comida o vivienda– con elementos intelectuales –música o cultura “digitalizada”–:
1. Los primeros son de uso y disfrute exclusivo, si lo consume o disfruta uno el otro no puede hacerlo. No ocurre lo mismo con las obras intelectuales.
2. Los primeros son de coste marginal elevado, los segundos tienen un coste marginal casi cero.
3. Los primeros consumen recursos limitados, los segundos no. Así en el primer caso la economía de escasez tiene sentido e incluso hasta “beneficiosa”. En el segundo caso la escasez es artificial y beneficia –en el mejor de los casos– a una ínfima minoría mientras que priva a una gran mayoría del disfrute de un elemento casi gratuito y “abundante”.
Además de esas diferencias intrínsecas de fundamentales –de orden natural o económico–, estás asumiendo que la única forma válida y natural de ganar dinero de los autores de obras intelectuales es mediante la creación de una escasez artificial que les permite cobrar por cada copia sin que el precio tenga ninguna relación con el coste.
En la historia eso sólo ocurrió en los últimos decenios, cuando se crearon las tecnologías y el mercado de venta de “copias”. La tecnología siguió su curso natural, el “mercado de venta” se estancó en la era pre-digital, cuando la única forma de distribuir copias de calidad era a través de la fabricación y distribución de elementos físicos. En ese sentido sí había un mercado de escasez, ya no existen esas condiciones con las tecnologías digitales actuales.
Y por supuesto, en ese texto has confundido y mezclado cosas muy distintas como el uso y copia sin autorización para obtener un “beneficio” –visitas a un página web– con el uso personal, las ventajas de compartir los bienes intelectuales y el plagio o la atribución no autorizada de obras de terceros. Son cosas distintas y deben ser tratadas como tal.
A veces también equivocas y caes en el discurso tramposo, casposo y tan bien preparado y divulgado por unos pocos para mantener su status quo sin esforzar sus músculos ni neuronas para adaptarse, como tienen que hacer la mayoría de los mortales para ganarse la vida.Ricardo Galli, de software libre.
Hagamos silogismo demagógico. Uno puede bajarse toda la música que quiera sin pagar un solo euro a su creador siempre que sea para su consumo personal. La comida o la vivienda son mucho más necesarias que la música y/o la cultura. Uno tiene derecho a ir al mercado y cargar con aquello que le apetezca –siempre ¡por supuesto! que sea para consumo propio- sin tener que pagar nada a quien lo ha fabricado.... naturalmente citando la dirección del mercado.
Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la zorra iba cazando:
halla una parra; quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
Causábale mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
Al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras;
pero vió el imposible ya de fijo;
entonces fue cuando la zorra dijo:
"No las quiero comer; no están maduras."
No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento;
aplica bien el cuento,
y di: "No están maduras", frescamente.
Cediendo a mi descrédito anhelante,
la mesticia que tengo me defrauda,
y aunque el favor lacónico me aplauda,
preces indico al celestial turbante.
Ostento al móvil un mentido Atlante,
húrtome al Lete en la corrida rauda,
y al candor de mi sol, eclipse en cauda,
ajando voy mi vida naufragante.
Afecto aplauso de mi intenso agravio
en mi valor brillante, aunque tremendo,
libando intercalar gémino labio
¿entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?
- Y cómo si lo entiendo. -Mientes fabio;
que soy yo quien lo digo y no lo entiendo.
Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado.
Marchaba sola la infeliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:
-Esta leche vendida,
en límpio me dará tanto dinero;
y con esta partida,
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío...
Con este pensamiento
enajenada, brinca, de manera
que a un salto violento
el cántaro cayó. !Pobre lechera!
!Qué compasión! !Adios leche, dinero
huevos, pollón, lechón, vaca y ternero!
!Oh, loca fantasía,
que palacios fabricas al viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza
quiebre tu cantarillo la esperanza.
Borjamari